La sociedad actual, amarrada a una inmensa red de relaciones, se nos presenta como un ente hiperestimulado, capaz de contener enormes presiones que la complejizan y que constantemente estallan cual universo en expansión generando caos, incertidumbre y nuevas energías interventoras, las cuales a su vez acuden a complejizar más al asunto social.
La modernidad, como paradigma social aparentemente agotado, lo ha tratado de minimizar con la categoría conocida como globalización, pero nada es más inapropiado que esto para comprender la verdadera complejidad social y sus necesidades.
En el medio del problema está el sistema educativo, un producto de la modernidad social instalado por el sentido de la racionalidad desde el siglo XVIII, y que ya ha colapsado, dejando de explicar al sujeto histórico, a la ciencia y al progreso como componentes fundamentales del paradigma de futuro.
Para ilustrar esta crisis del paradigma de la modernidad como razón social, he seleccionado partes de dos textos que contienen a esta discusión: por una parte Rigoberto Lanz en dos segmentos de su texto llamado “Pensar la Universidad, Pensar en la Universidad” (Mayo de 2005 Uruguay) quien al ilustrar la categoría de crisis social presenta estas tres ideas:
“…Si lo que está en crisis es una civilización, su lógica fundante, sus conceptos pivotes fundamentales, entonces no estamos hablando para nada de una “crisis de crecimiento”, de un accidente, de una aceleración repentina, de una coyuntura inconveniente, de una anomia reparable; estamos hablando de una convulsión en la médula fundacional de la civilización que gobierna el globo terráqueo desde el siglo XVI…”
“…entró en crisis todo. Digamos que no hay ningún escenario, esfera, componente de la vida material o espiritual, que no haya entrado en crisis. Pero me gustaría marcar justamente la idea de crisis de fundamentos y, en especial, una cadena de conceptos fundacionales de esta Modernidad, que tienen que ver con la idea de razón, encadenada con la idea de ciencia, encadenada con la idea de progreso, encadenada con la idea de Sujeto, encadenada con la idea de Historia, encadenada también con la idea de educación y con la ética.”
“…la crisis es siempre una oportunidad; no es un concepto forzosamente negativo; para nada es una idea luctuosa, que nos haga resignar y encoger. Es un concepto siempre cargado de una doble significación. Que algo entre en crisis… ¡bienvenido! Que algo está en crisis es porque cosas buenas pueden pasar…”
Mientras tanto para explicar la categoría educación Lanz se centra en la idea de enseñar, para lo cual aporta la siguiente sentencia:
"lo que vale la pena enseñar es la capacidad de apropiación. La virtud más querida, más mimada, del hombre de hoy es su capacidad de capturar experiencias de todo género. Lo que deben estar enseñando, de verdad, es la inteligencia y capacidad para apropiarse: apropiación de la experiencia del otro, sobremanera. ¿En qué se diferencia la inteligencia de la torpeza? En que la inteligencia es capaz de apropiarse de la experiencia del otro. Los torpes no desarrollan experiencias de aprendizaje de esta complejidad y cometen siempre los mismos errores. Entonces, la idea de formación debe estar asociada a la experiencia cognitiva, ético-política, cultural, de nueva socialidad, de cooperación, de solidaridad con el otro."
En adición a estos planteamientos Los participantes del II Congreso Mundial de Transdisciplinariedad celebrado en Espirito Santo, Brasil, también en el 2005 asumen el problema de la complejidad social y la formación del ser humano en los términos que con exactitud transmite el siguiente texto:
“La Actitud Transdisciplinar : busca la comprensión de la complejidad de nuestro universo, la complejidad de las relaciones entre los sujetos, de los sujetos consigo mismos y con los objetos que los circundan, a fin de recuperar los sentidos de la relación enigmática del ser humano como la realidad, aquello que puede ser concebido por la consciencia humana es lo real como referencia absoluta y siempre velada. Para eso, propone la articulación de los saberes, de las ciencias, las artes, la filosofía, las tradiciones sapiencias y de la experiencia, que son diferentes modos de percepción y descripción de la realidad y de la relación entre la realidad y lo real.”
“La acción transdisciplinar propone la articulación de la formación del ser humano en su relación con el mundo (ecoformación), con los otros (hetero y co-formación), consigo mismo (autoformación), como ser (ontoformación), y, también, como conocimiento formal y no formal. Procura una mediación de los conflictos que emergen en el contexto local y global, visando la paz y la colaboración entre las personas y entre las culturas, pero sin desconsiderar los contradictorios y la valorización de su expresión…”
Un curso de Filosofía de la Educación debe comprometerse con las líneas de deseo futuras que la intelectualidad planetaria desarrolla para tratar de vencer la brecha entre realidad e interpretación de la realidad, entre historia e interpretación de la historia. Para este caso la cátedra asoma un estimulación hacia los linderos de la complejidad, la teoría del caos y la transdisciplinariedad como vehículos de futuro para viajar por la educación y la sociedad que debemos crear, no para detener la historia, como parece ser el deseo de la modernidad, sino para enriquecerla y entregar sus riendas con propiedad y responsabilidad a todos sus miembros.