Así las cosas las fantasías del género telenovela se cuelan dentro del género de la noticia de TV confundiendo a la audiencia entre lo real y lo irreal.
Esto ocurre en el ámbito informativo cuando el aderezo ideológico hace el papel de la dramaturgia y exacerba sólo partes de la realidad a representar.
El sociólogo y crítico cultural francés, Jean Baudrillard, muerto hace apenas tres años, hace uso de las categorías de análisis de la filosofía postmoderna donde militó, para decir que la figuración televisiva se escapa de la dominancia de lo real, para comprometerse con lo por él llamado el reino de los “simulacros”, para, bajo esa visión construir otra verdad, explicación para lo cual se auxilia en el verbo del chileno Jorge Luis Borges y sus “ficciones”.
Tal como lo sugieren estos dos autores, el mapa pasa a constituir al territorio, resultándole tan correspondiente, que no se pueden distinguir el uno del otro, la materia se confunde con la representación, y la representación se asume entonces como una esencia tan elevada que se convierte en una especie de nuevo topos uranos, que ahora llamamos televisión.
El mismo Platón, creador de la categoría topus uranos, nos da herramientas para entender esta problemática, a través del mito de las cavernas, creando imágenes y situaciones que representan interesantes parecidos con el mundo de la televisión y la noticia televisiva actual.
Las imágenes que los esclavos veían en la caverna de Platón, a través de las sombras de las realidades producidas por la luz del fuego, son un mapa, que al no existir otro parámetro, se convierten en el territorio, o al menos así lo son en la mente de los habitantes de la caverna impedidos para salir de ella. Si alguno de ellos saliera y reportara la existencia de otra realidad, los habitantes la rechazarían, por lo increíble de la información.
Esta situación, visualizada en el pensamiento griego del siglo IV antes de cristo, sigue presente y de actualidad, pues de alguna manera, la relación entre el televidente y la televisión funciona como la del mito. Se nos presenta una imagen que damos por verdad, con tal fuerza de penetración, que llegamos a convencernos de que ese mapa es en efecto la realidad.
En el centro de la confusión queda el docente con su profesión intelectual y crítica, impedido de comunicarse desde la realidad, debido a que el mito de la televisión, cubre toda la capacidad de entender de los sujetos y convierte en increíble a la realidad.